Dejar ir lo que deseo es la manera de recibirlo. Al dejar ir, se lo entrego al Espíritu y confío en que el resultado deseado o algo mejor vendrán a mí. El aferrarme detiene la ley de circulación, el ciclo de dar y recibir.
Dejar ir y dejar a Dios actuar demuestra confianza en la sincronía divina, el orden perfecto y la prosperidad. No aferrarme le ofrece al Espíritu divino la oportunidad de obrar.
Texto devocional:
El rey ordenó que le abrieran la cárcel; el señor que gobierna los pueblos lo liberó.—Salmo 105:20