Soy guiado y protegido divinamente adondequiera que viaje. Dondequiera que esté y cualquiera que sea mi próximo destino, viajo con una expectativa positiva. Disfruto de ese sentimiento de paz y seguridad profundas porque confío en el Espíritu. Confiar en Dios no significa que ignoraré las medidas de seguridad. Por el contrario, tener la atención centrada en el Espíritu significa que me preparo debidamente para mi viaje guiado por mi sabiduría divina innata. Permanezco inmerso en la conciencia del amor omnipresente del Espíritu, de manera que si algo inesperado ocurre, reaccionaré con fe y calma en vez de con temor y ansiedad. Dondequiera que voy, me siento totalmente seguro y a salvo, porque confío en la sabiduría y el amor de Dios en mí.
Texto devocional: El corazón del hombre pondera su camino, pero el Señor le corrige el rumbo.—Proverbios 16:9