Cada persona que encuentro es una expresión única del Espíritu infinito. Aunque pueda reconocer esto intelectualmente, tal vez no siempre me comporte como si fuera verdad. Quizá esté convencido de que sé lo que es mejor para un ser querido y me esfuerce por hacer que una persona cambie. En tales casos, respiro profundamente y recuerdo que Dios está presente en cada persona y situación. Al confiar en esta Verdad, desisto de mis esfuerzos de controlar o cambiar a otros. Honro la divinidad en cada persona poniendo mi fe en su inteligencia y sabiduría espirituales innatas. Al recordar que el Espíritu morador está siempre presente y a cargo de todo, descanso y permito que cada persona sea ella misma.
Texto devocional: El Señor dirige los pasos del hombre.—Proverbios 20:24