Doy gracias por el descontento divino —ese estímulo interno que me lleva a ser o hacer más. Cada empujoncito interno me alienta a expresar más plenamente mi potencial divino. Estoy receptivo a mi voz interior, el susurro del Espíritu en mi corazón que me motiva a avanzar y buscar experiencias nuevas y significativas. Presto atención al Espíritu. Estoy receptivo al consejo interno y a las señales externas que me llevan en la dirección correcta. Gracias a mi actitud dispuesta, puedo discernir mis próximos pasos. Avanzo con fe y entusiasmo, listo para darle la bienvenida al bien ante mí. Receptivo al Espíritu, salgo de mi zona de comodidad. ¡Mi desarrollo personal y crecimiento espiritual alcanzan nuevas alturas!
Texto devocional: Escucha con atención y retén en tu mente todo lo que voy a decirte.—Ezequiel 3:10