Si me siento desconcertado o desvinculado, busco en mi interior para ver qué cambios puedo hacer para suscitar de nuevo la paz mental. A menudo, puedo sanar el sentido de separación al perdonar. No puedo disfrutar de verdadera libertad a menos que perdone. Perdonar aligera mi carga y me impulsa hacia el logro de mis metas. Perdono a los demás recordando las palabras de Jesús: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Cuando veo cualquier agravio desde esta perspectiva, se me hace mucho más fácil dejar ir el resentimiento. También me perdono por cualquier cosa que haya hecho o dejado de hacer y que causó dolor a otra persona o a mí. Si cometí un error, lo reconozco y, si es posible, hago enmiendas. El perdón me libera.
Texto devocional: Los pecados te son perdonados.—Marcos 2:5