El consuelo es una necesidad básica. Desde el momento en que nacemos, somos consolados por la voz o la caricia de un ser amado. Al crecer, esa necesidad puede ser satisfecha de otras maneras, pero la necesidad subyacente es la misma: saber que no estamos solos; que existe una persona o presencia que nos ama y nos ayuda en nuestros momentos de necesidad. Dios es esa presencia en mi vida, el consuelo amoroso que me proporciona fortaleza. En momentos de temor o tristeza, la fe me asegura que no estoy solo, que el Espíritu divino está conmigo en toda circunstancia ofreciéndome apoyo. Este conocimiento me da valor para darle la bienvenida a un nuevo día. Mi mente y mi corazón disfrutan de sosiego y paz.
Texto devocional: ¡Que el Señor alce su rostro sobre ti, y ponga en ti paz!—Números 6:26