MI PENSAMIENTO ESTÁ ENFOCADO EN LO DIVINO.
En mis oraciones diarias, doy gracias a Dios por bendecir, sanar y guiar a mis seres queridos. Visualizo a cada uno de ellos envuelto en el abrazo de Dios, sabiendo y afirmando que es una expresión perfecta de la luz y la vida divinas. Al afirmar y orar, permanezco con mi pensamiento enfocado en lo divino, permitiendo que Dios obre en mí y por medio de mí para bendecir a otros. Me aparto de las distracciones externas y centro mis pensamientos en Dios. Aquieto mi mente y me concentro en respirar lentamente. Estoy en paz y receptivo a la presencia amorosa de Dios. En esta Presencia, experimento la paz que sobrepasa todo entendimiento. Mi determinación de centrar mi atención permite que el amor de Dios fluya por medio de mí.
Texto devocional: Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios.—1 Juan 4:7.