No importa donde esté o lo que esté haciendo, la presencia de Dios está conmigo. Así como el ritmo constante de mi respiración, la presencia de Dios se mueve continuamente en mí y por medio de mí, apoyándome en todo momento. Si encuentro que mi mente divaga hacia una situación que me causa angustia, inmediatamente me detengo y centro mi atención en Dios, apartando mi mente del problema y fijándola en Dios. Concentro mi atención en mi respiración —inhalando y exhalando suavemente. Medito en las cualidades del Espíritu tales como el amor, la paz y el gozo. Pronto, siento alivio. La presencia del amor de Dios siempre está conmigo, y puedo buscarla para recibir consuelo en cualquier momento
Texto devocional: Muéstrame tu misericordia, y ven a consolarme, pues ésa fue tu promesa.—Salmo 119:76