Estar en el lugar correcto en el momento correcto es más que mera coincidencia. Cada una de mis acciones es guiada amorosamente por Dios. Mi vida sigue un plan divino. Al ir a mi interior y aquietar mi mente, me levanto por encima del bullicio de los pensamientos habituales para seguir un ritmo interno y sagrado. Escucho. Allí, en la quietud de mi corazón, soy guiado a hacer lo que necesito hacer y cómo hacerlo. Un sentido de tranquilidad fluye en mí. Respiro profunda y rítmicamente, avivando mi sentido de plenitud y suficiencia. Toda tensión se disipa. Permanezco atento. Espero en Dios. Ningún pensamiento preocupante puede perturbar mi paz. La sabiduría divina me guía y me dirige.
Texto devocional:Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado.—1 Corintios 2:13