Los ojos de un niño resplandecen con inocencia y esperanza. El andar lento y pausado de las personas mayores habla de años de sabiduría. Alguien que ha perdido su hogar me recuerda que la vida no siempre es como esperamos. Cada uno de nosotros es una parte de Dios, unidos por el amor. Este vínculo divino que comparto con todas las personas me insta a aceptar al inocente, cuidar al anciano y tener compasión por los atribulados. Estar consciente de lo que pienso, digo y hago fomenta mi vínculo con mi familia universal. Elijo acciones positivas que crean ondas de armonía, paz y comprensión. Oro diariamente, por los demás y por mí, para que todos experimentemos nuestra unidad en el amor de Dios.
Texto devocional: Únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos, misericordiosos y amigables; ámense.—1 Pedro 3:8