Dios siempre está conmigo, porque Dios y yo somos uno. Gracias a mi vínculo divino, todas las hermosas cualidades del Espíritu, tales como el gozo, también se encuentran en mí. El gozo es un estado de ser constante que nunca cambia, contrario a la felicidad, la cual depende de condiciones externas. El gozo es del Espíritu y no depende de circunstancias. Tengo acceso a este regalo divino en todo momento y situación, aún en medio de la tribulación. Me conecto con la conciencia crística gracias a la oración y la meditación. Al morar en Dios, experimento júbilo verdadero, porque cuando tengo presente mi unidad con mi Creador, me doy cuenta de que no existe un gozo mayor.
Texto devocional: Ustedes aman a Jesucristo sin haberlo visto, y creen en él aunque ahora no lo ven, y se alegran con gozo inefable y glorioso.—1 Pedro 1:8