Cualquier día tiene el potencial de ser un día de gozo y dicha extraordinarios cuando infundo cada momento con fe. Para hacerlo, comienzo mi día con oración y meditación. Según me dirijo calladamente a mi interior, enfoco la atención en mi respiración. Tomo aire lentamente, con mis pensamientos centrados en la vida divina en mí. Mi mente y cuerpo descansan en la serenidad bendita de mi unidad con mi centro espiritual. Allí, en la presencia tranquila de lo Divino, mi alma siente profunda paz. Me deleito en este momento sagrado, sintiendo gratitud por las infinitas bendiciones que sé que recibiré durante el día ante mí. Momento a momento, mi corazón se alegra cuando infundo gozo a mi vida.
Texto devocional:Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo.—Juan 15:11