En mi estado natural, el amor fluye libremente de mí y hacia mí. Sin embargo, cuando guardo resentimiento, amargura u odio contra alguien, incluyéndome a mí mismo, creo una pared emocional alrededor de mi corazón. Cada vez que repito una historia que avergüenza o culpa a alguien, añado un ladrillo a esa pared. Con el tiempo, me siento prisionero en una celda de negatividad. Al perdonar, encuentro la llave para regresar a mi estado natural de libertad. Cuando perdono, siento una gracia indescriptible. La pared alrededor de mi corazón desaparece y la luz crística que soy verdaderamente resplandece. Gracias al perdón, reclamo plenamente mi estado natural de amor, gratitud, paz y gozo.
Texto devocional: En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.—Efesios 4:32