Mientras más tiempo paso con Dios en oración y meditación, más fuerte se hace nuestra relación. Esta fortaleza provee una base sobre la cual edifico mi vida, así como una casa es edificada sobre una roca sólida. Aun cuando los vientos del temor soplan y las tormentas rugen, mi casa está segura porque la roca sobre la que descansa es firme. Sin embargo, durante los desafíos, puede que tenga dificultad en confiar en que Dios obra para bien en mi vida o en el mundo. Si me siento derrotado por una situación difícil, dirijo mi atención al Espíritu. No me ofusco buscando una solución; mas bien enfoco mi pensamiento en el ritmo sosegador de mi respiración y mi cuerpo descansa. Mi fe me sostiene. Avivo mi confianza en Dios, y tengo paz mental.
Texto devocional: Fuera de ti, no hay nadie más. No hay mejor refugio que tú, Dios nuestro.—1 Samuel 2:2