Puede que haya notado que cuando me siento agradecido o feliz también me siento próspero, sin importar mis finanzas. Esto es porque la prosperidad proviene de mi interior. Fomento esta actitud apreciando el bien en todo. Si no puedo verlo inmediatamente, pido a Dios que me lo muestre. Por ejemplo, en medio de una reunión estresante o una conversación difícil, oro para que el bien sea revelado. No reacciono, mas bien espero con calma que la guía divina se manifieste; y dicha guía se presenta como bienestar, cordialidad y comprensión. ¡Esto es prosperidad en acción! La luz resplandece a través de mí desde el santuario interno de mi ser. Experimento la verdadera prosperidad como paz y gozo internos. ¡Al dar, recibo!
Texto devocional: ¿Qué es más importante? ¿El oro, o el templo que santifica al oro?—Mateo 23:17